Carta al hijo que nunca llegó.


Como deberías saber, mi vida, a pesar de todo, no ha sido fácil. Ni mucho menos. Nací rodeada de flores frescas, perfumes exóticos y sedas de mil colores. Desde pequeña me sentí una princesita. Mis padres, tus abuelos, me recibieron como un regalo del cielo. Me deseaban. Era lo único que necesitaban, era lo único que les faltaba. Tanto mi madre, como mi padre, ya nacieron rodeados de todo tipo de lujos. Mi abuelo materno, desde joven, había gozado de valentía y astucia. Nadie, ni nada, pudieron arrebatarle el sueño de trabajar codo a codo con Paco, nuestro caudillo. Gracias a el amasó un imperio. Tierras, negocios, y amistades que harían de el un puntal de la España de los 60. Mi otro abuelo, nació para heredar los negocios que le dejaría su tío, un poderosísimo armador griego. Mi abuelo no lo defraudaría, e incremento el volumen de negocio considerablemente en pocos años.
A pesar de lo que pudiera parecer, siempre hemos sido una familia de lo más humilde. Siempre me inculcaron, que el trabajo y la educación son fundamentales. Mi infancia estuvo llena de amor y cariño. Desde muy pequeña, aprendí a valorar las cosas. Eso no me privó de crecer estudiando en los mejores colegios. Veranear en las fincas de la Costa Azul, la isla de Kasos ( donde pasábamos semanas deliciosas, navegando en nuestra goleta...) Ibiza y Cadaqués. Esquié en los Alpes, en Aspen, los Pirineos...cuantos recuerdos entrañables. Hice muchos amigos y amigas en mi juventud. Durante los años en la facultad, tanto en Estados Unidos, como en Japón, aprendí de lo duro de la vida. Lejos de casa. Mi propio apartamento. Mi primer amor... Con él, di la vuelta al mundo. Él siempre me ha llenado de alegrías, él siempre me lo ha dado todo. Mi familia lo aceptó desde el primer día. Nos casamos. Es el yerno perfecto para mis padres, el marido ideal para mi. Construimos nuestra casa, nuestra vida. Pero...tú no llegabas.
En un principio no contábamos con la idea de la adopción, faltaría más. Ni nosotros, ni tus abuelos lo aceptaríamos nunca. El heredero tenía que llevar nuestra sangre. Pero...tú no llegabas. Tras probar durante años, c-u-a-l-q-u-i-e-r sistema conocido, para poder traerte al mundo, y no tener éxito, desistimos. Fue un duro golpe para todos. El tiempo pasó, y la familia se recupero, poco a poco, del trauma vivido durante los últimos seis años, de intentos infructuosos. La idea de la adopción, como recurso inhumano y desesperado, empezó a revolotear en nuestras vidas. Al poco llegó tú hermano José Luis. Tú padre y tus abuelos se aseguraron, tanto de su procedencia, como de sus credenciales. Es un niño encantador. Es español, de nuestra raza, pero siempre me ocultaron el lugar donde nació. Es simpático, alegre, educado e inteligente. Todos se olvidaron de ti, del que tenía que ser nuestro hijo, del que llevaría mi sangre. Todos menos yo. Por eso te escribo esta carta, para decirte, que ante la imposibilidad de que tú vengas a mí, yo iré a ti. Espero que esta carta, llegue antes que yo, si no...menuda sorpresa !! Bueno cariño, las fuerzas me empiezan a fallar y empiezo a ver borroso...hasta pronto.
Mamá.

1 comment:

poluxlisbon said...

Qué bonita... pero qué dura!
Feliz año!!!